Un sólo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos.



Por primera vez en su vida se dio cuenta de que estaba sola.
Se le hizo presente su esqueleto, impersonal, pesado, frío. Y alrededor de esa estructura ajena vio acumularse su carne, una materia por la que no sentía el menor cariño, que correspondía a su desdén tensándose del vientre a la garganta para propinarle un dolor sordo y constante. Era como tener el alma atravesada por un clavo, en el fondo de un mundo convertido en jalea, condenada a ahogarse por la eternidad. “¿Quién soy yo? ¿Me lo puede decir alguien? ¿Cómo, si nadie me ha visto nunca? ¡Me duele, me duele! Soy una llaga esperando la mirada ajena para poder cicatrizar. Una rana que nunca se convertirá en princesa. Un adefesio que cuando quiere dar, sólo da asco. ¡Por indiferente, el mundo es mi castigo!

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