Mejor dicho, es la herida conmigo.
Es mi fiel compañera.
Ella me lleva de paseo,
elige los itinerarios,
el momento en que se hace presente.
Ocasionalmente
me deja jugar un rato largo a fingir
que yo tengo el poder
y todo está bien,
y que todo está en su lugar:
la ropa planchada,
el café a la mañana,
la bufanda en invierno,
el sombrero en la cabeza
y los zapatos en los pies,
los peces en el agua,
el cielo arriba,
la tierra abajo,
el diablo en el infierno,
dios en las alturas,
el sueño en las noches,
los domingos hasta las 10 de la mañana,
vivir.
Por supuesto que a veces no me pasa a buscar,
me olvida,
pero siempre vuelve.
¿Qué soy yo sin ésta herida?
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