Comme plume dans l'air
En algún lugar debe haber un basural donde están amontonadas las explicaciones...
Un sólo centímetro cúbico cura diez sentimientos melancólicos.
El deseo
Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle,
y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida,
a recordar de cuanto tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la yerba, nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente
y nos estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que sólo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte sin un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos esta noche con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa para ponerme mi abrigo negro
a la salida,
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuyo saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche
o cuando fuimos a un espectáculo de lucha libre y al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...
Jaime Jaramillo Escobar (Colombia, 1932)
Hoy tengo deseo de encontrarte en la calle,
y que nos sentemos en un café a hablar largamente
de las cosas pequeñas de la vida,
a recordar de cuanto tú fuiste soldado,
o de cuando yo era joven y salíamos a recorrer juntos
la ciudad, y en las afueras, sobre la yerba, nos echábamos
a mirar cómo el atardecer nos iba rodeando.
Entonces escuchábamos nuestra sangre cautelosamente
y nos estábamos callados.
Luego emprendíamos el regreso y tú te despedías siempre en la misma esquina
hasta el día siguiente,
con esa despreocupación que uno quisiera tener toda la vida,
pero que sólo se da en la juventud,
cuando se duerme tranquilo en cualquier parte sin un pan entre el bolsillo,
y se tienen creencias y confianzas
así en el mundo como en uno mismo.
Y quiero además aún hablarte,
pues tú tienes dieciocho años y podríamos divertirnos esta noche con cerveza y música,
y después yo seguir viviendo como si nada...
o asistir a la oficina y trabajar diez o doce horas,
mientras la Muerte me espera en el guardarropa para ponerme mi abrigo negro
a la salida,
yo buscando la puerta de emergencia,
la escalera de incendios que conduce al infierno,
todas las salidas custodiadas por desconocidos.
Pero hoy no podré encontrarte porque tú vives en otra ciudad.
Mientras la tarde transcurre
evocaré el muro en cuyo saliente nos sentábamos
a decir las últimas palabras cada noche
o cuando fuimos a un espectáculo de lucha libre y al salir comprendí que te amaba,
y en fin, tantas otras cosas que suceden...
Jaime Jaramillo Escobar (Colombia, 1932)
A los locos no nos quedan bien los nombres.
Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.
Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!
Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?
Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos…
Roque Dalton
Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.
Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!
Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.
Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?
Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos…
Roque Dalton
El amor es, simultáneamente, conciencia de la muerte y tentativa por hacer del instante una eternidad. Todos los amores son desdichados porque todos están hechos de tiempo, todos son el nudo frágil de dos criaturas temporales y que saben que van a morir; en todos los amores, aun en los más trágicos, hay un instante de dicha que no es exagerado llamar sobrehumana: es una victoria contra el tiempo, un vislumbrar el otro lado, ese allá que es un aquí, en donde nada cambia y todo lo que es realmente es.
Fragmento de "La llama doble". Octavio Paz.
Fragmento de "La llama doble". Octavio Paz.
"La ultima vez que lo vi tenia un pie sobre una tumba señalada por una cruz de madera y él me dijo en sueños, los muertos siempre hemos estado entre los vivos. Y yo quede como frikiao por eso.
Yo creo que algún día voy a ir por la calle y me lo voy a encontrar.
Después de esos sueños he quedado con la fascinación un poco de que la mayoría de la gente que uno ve por la calle son muertos, puede ser la mitad de la gente que uno ve y que uno no se da cuenta de que esa gente ya esta muerta.
Y que un día de estos uno va a ir por ahí y voltea una esquina y va a estar Andrés cagao de la risa, y a mi me va a dar como pena porque de todas maneras uno ya está más viejo que él, porque Andrés solamente llegó a tener hasta 25 años y uno ya siguió derecho y ... que vergüenza por eso... y... no sé... él va a seguir ahí... siempre tan joven... aunque tan triste".
Yo creo que algún día voy a ir por la calle y me lo voy a encontrar.
Después de esos sueños he quedado con la fascinación un poco de que la mayoría de la gente que uno ve por la calle son muertos, puede ser la mitad de la gente que uno ve y que uno no se da cuenta de que esa gente ya esta muerta.
Y que un día de estos uno va a ir por ahí y voltea una esquina y va a estar Andrés cagao de la risa, y a mi me va a dar como pena porque de todas maneras uno ya está más viejo que él, porque Andrés solamente llegó a tener hasta 25 años y uno ya siguió derecho y ... que vergüenza por eso... y... no sé... él va a seguir ahí... siempre tan joven... aunque tan triste".
OSCAR CAMPO
MIEDO
Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.
Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso.
Soy una mujer sin problemas
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.
Juana Bignozzi
Todos lo saben
y entonces buscan mi compañía para charlar por las noches.
Sin embargo yo conozco a alguien que quiere morir en paz consigo mismo
y me produce estremecimientos, insomnio, soledad,
porque la paz conmigo misma sería una guerra sin fin,
dos o tres asesinatos inevitables y alguna entrega desmedida
que no entra en mis planes.
Sin embargo yo sueño por las noches
con un jardín inmenso donde los muertos se levantan para saludarme;
yo sueño con un hombre que me inquieta y como lo ignora
me habla amigablemente del resto del mundo
y de mis múltiples amores, tan simpáticos,
tan apropiados como tema de conversación.
Juana Bignozzi
"He estado enfermo como un perro durante estas dos últimas semanas. Me he enfriado a pesar de los dieciocho grados de temperatura, las rosas, los naranjos, las palmas y los higos. Tres médicos, los más famosos de la ciudad, me han visitado. Uno ha tomado el olor de mi catarro, otro ha percutido para saber de dónde expectoraba, el tercero me ha palpado para saber cómo lo hacía. El primero dijo que moriré; el segundo, que estoy muriendo; el tercero, que ya estoy muerto"
El más grande de todos...
El más grande de todos...
Mi libertad alcanzó una sabiduría de pájaro; y así es como habla la sabiduría de pájaro: «¡Mira, no hay ni arriba ni abajo! ¡Lánzate de acá para allá, hacia adelante, hacia atrás, tú ligero! ¡Canta!, ¡no sigas hablando! ¿Acaso todas las palabras no están hechas para los pesados? ¿No mienten, para quien es ligero, todas las palabras? Canta, ¡no sigas hablando!»
En tus ojos he mirado hace un momento
y en lo insondable me pareció hundirme.
Pero me sacaste fuera con un anzuelo de oro;
burlonamente te reíste cuando te llamé insondable:
"ese es el lenguaje de todos los peces, dijiste, lo que ellos no pueden sondear, es insondable.
Pero yo soy tan sólo VARIABLE Y SALVAJE."
y en lo insondable me pareció hundirme.
Pero me sacaste fuera con un anzuelo de oro;
burlonamente te reíste cuando te llamé insondable:
"ese es el lenguaje de todos los peces, dijiste, lo que ellos no pueden sondear, es insondable.
Pero yo soy tan sólo VARIABLE Y SALVAJE."
Renazco,
irrumpo,
inquiero,
engancho,
rompo el sello de clausura,
mi vida muerta no tiene secretos,
no esconde la nada,
y la nada, por otra parte,
nunca ha lastimado a nadie;
lo que me lleva imperiosamente
a retornar al interior es esa ausencia desoladora que pasa
y que por momentos me hunde,
pero en ella veo con claridad,
tanto que hasta sé qué es la nada, y podría decir que hay en su interior.
En el cielo...
No puedo ni pensarte sin que una lágrima salga rodando.
¿Qué estarás haciendo?
¿Me enviarás luz y amor todos los días, a cada hora?
Yo sí lo hago.
Desearía poder escribirte algo más bonito y poder darte un último beso,
inventarte una palabra hermosa que designe tu cariño...
¿Qué estarás haciendo?
¿Me enviarás luz y amor todos los días, a cada hora?
Yo sí lo hago.
Desearía poder escribirte algo más bonito y poder darte un último beso,
inventarte una palabra hermosa que designe tu cariño...
Todo cuelga de un cabello invisible blanco.
Suena provocando ondas en el aire con su movimientos.
Y me pregunto, ¿ son tus dedos lo suficientemente largos
para tocar las viejas llaves de los ecos?
¿Es el silencio lo suficientemente fuerte para cargar
música a nuestras almas y regresar nuevamente?
Mucho observo pero no entiendo.
Y la lluvia continúa con aquel sonido
cayendo sobre el techo.
Hay un mundo bidimensional
para aquellos que descuidan
las cosas irreconciliables del amor.
Suena provocando ondas en el aire con su movimientos.
Y me pregunto, ¿ son tus dedos lo suficientemente largos
para tocar las viejas llaves de los ecos?
¿Es el silencio lo suficientemente fuerte para cargar
música a nuestras almas y regresar nuevamente?
Mucho observo pero no entiendo.
Y la lluvia continúa con aquel sonido
cayendo sobre el techo.
Hay un mundo bidimensional
para aquellos que descuidan
las cosas irreconciliables del amor.
"Si ella muere, para mí el mundo es una puesta en escena, pueden levantarlo todo, enrollar el cielo y cargarlo en un camión, apagar ésta luz bellísima del sol que me gusta tanto, ¿y sabes por qué? porque me gusta ella iluminada por el sol. Pueden llevarse todo, éstas alfombras, los edificios, la arena, el viento, las ranas, las sandias maduras, el granizo, las siete de la tarde, mayo, junio, julio, la albahaca, las abejas, el mar, los calabacines, ¡los calabacines! ¡encuéntrame ésta glicerina amigo Al Giumei-li!"
Mis certezas desayunan dudas. Y hay días en que me siento extranjero en Montevideo y en cualquier otra parte. En esos días, días sin sol, noches sin luna, ningún lugar es mi lugar y no consigo reconocerme en nada, ni en nadie. Las palabras no se parecen a lo que nombran y ni siquiera se parecen a su propio sonido. Entonces no estoy donde estoy. Dejo mi cuerpo y me voy, lejos, a ninguna parte, y no quiero estar con nadie, ni siquiera conmigo, y no tengo, ni quiero tener, nombre ninguno: entonces pierdo las ganas de llamarme o ser llamado.
A veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.
A veces el bajón demora en irse y yo ando de pérdida en pérdida, pierdo lo que encuentro, no encuentro lo que busco, y siento mucho miedo de que se me caiga la vida en alguna distracción.
Mis tristezas se las destino
a los que me hicieron sufrir,
pero me olvidé cuáles fueron,
y no sé dónde las dejé,
si las ven en medio del bosque
son como las enredaderas
suben del suelo con sus hojas
y terminan donde terminas,
en tu cabeza o en el aire,
y para que no suban más
hay que cambiar de primavera.
a los que me hicieron sufrir,
pero me olvidé cuáles fueron,
y no sé dónde las dejé,
si las ven en medio del bosque
son como las enredaderas
suben del suelo con sus hojas
y terminan donde terminas,
en tu cabeza o en el aire,
y para que no suban más
hay que cambiar de primavera.
Por primera vez en su vida se dio cuenta de que estaba sola.
Se le hizo presente su esqueleto, impersonal, pesado, frío. Y alrededor de esa estructura ajena vio acumularse su carne, una materia por la que no sentía el menor cariño, que correspondía a su desdén tensándose del vientre a la garganta para propinarle un dolor sordo y constante. Era como tener el alma atravesada por un clavo, en el fondo de un mundo convertido en jalea, condenada a ahogarse por la eternidad. “¿Quién soy yo? ¿Me lo puede decir alguien? ¿Cómo, si nadie me ha visto nunca? ¡Me duele, me duele! Soy una llaga esperando la mirada ajena para poder cicatrizar. Una rana que nunca se convertirá en princesa. Un adefesio que cuando quiere dar, sólo da asco. ¡Por indiferente, el mundo es mi castigo!
Se le hizo presente su esqueleto, impersonal, pesado, frío. Y alrededor de esa estructura ajena vio acumularse su carne, una materia por la que no sentía el menor cariño, que correspondía a su desdén tensándose del vientre a la garganta para propinarle un dolor sordo y constante. Era como tener el alma atravesada por un clavo, en el fondo de un mundo convertido en jalea, condenada a ahogarse por la eternidad. “¿Quién soy yo? ¿Me lo puede decir alguien? ¿Cómo, si nadie me ha visto nunca? ¡Me duele, me duele! Soy una llaga esperando la mirada ajena para poder cicatrizar. Una rana que nunca se convertirá en princesa. Un adefesio que cuando quiere dar, sólo da asco. ¡Por indiferente, el mundo es mi castigo!
A destiempo
Te extraño tanto... Por eso odio los domingos, quisiera poder decírtelo. A veces no alcanza con pensar que estás siempre conmigo, necesito abrazarte o hacerte reír, verte... La pucha, cómo se sufre tu ausencia.
Me siento a destiempo, no coordino, no paro de pensar. No, nunca alcanza con pensar que estás conmigo siempre. Queremos que no duela tanto, pero es díficil anestesiar algunas cosas.
Me siento a destiempo, no coordino, no paro de pensar. No, nunca alcanza con pensar que estás conmigo siempre. Queremos que no duela tanto, pero es díficil anestesiar algunas cosas.
Siete simples reglas para esconderse en la vida:
1- Nunca confíes en un policía con un traje de lluvia (se necesita un ladrón para atrapar un ladrón)
2- Tenés que ser entusiasta en el amor. Es temporal y puede terminar muy rápido.
3- Si te preguntan si te preocupas por los problemas del mundo mirá profundamente en los ojos de quién te pregunta. No va a volver a preguntar.
4 y 5- Nunca des tu nombre verdadero. Y nunca te mires. Nunca mires.
6- Nunca digas ni hagas nada que la persona que está enfrente tuyo no pueda entender.
7- Nunca crees nada. Va a ser malinterpretado. Te va a encadenar y te va a seguir por el resto de tu vida, y nunca va a cambiar.
1- Nunca confíes en un policía con un traje de lluvia (se necesita un ladrón para atrapar un ladrón)
2- Tenés que ser entusiasta en el amor. Es temporal y puede terminar muy rápido.
3- Si te preguntan si te preocupas por los problemas del mundo mirá profundamente en los ojos de quién te pregunta. No va a volver a preguntar.
4 y 5- Nunca des tu nombre verdadero. Y nunca te mires. Nunca mires.
6- Nunca digas ni hagas nada que la persona que está enfrente tuyo no pueda entender.
7- Nunca crees nada. Va a ser malinterpretado. Te va a encadenar y te va a seguir por el resto de tu vida, y nunca va a cambiar.
Me he cepillado el pelo hasta dejarlo brillante, me he puesto mi vestido verde, el que te gusta, y he cruzado la plaza para llenarme los ojos con esa luz que se cuela entre las copas de los árboles y deja dos escarabajos de oro en mis pupilas. Porque voy a verte.
Porque voy a verte aún sabiendo que es para decirte adiós, para que me digas adiós, para que me aprietes las manos entre las tuyas y me hables del amor que ha crecido entre nosotros, pero no es una enredadera que da campanillas violáceas sino una hiedra oscura, que nunca sabrá de flores.
Sé todo lo que va a ocurrir.
Rodará un llanto azul por mi mejilla.
La nombrarás para sentirte menos culpable. Hablarás de ella, de sus años de fervor y entrega, de las tranquilas paredes de tu casa, sacudidas por las pequeñas manchas que les hicieron las manos de tus hijos. hablarás también de ellos: dirás sus nombres con voz trémula, y yo me enterneceré y los acunaré en mi mente, como si me pertenecieran.
Es tu " yo pecador" hablarme de eso, después de haber soltado amarras, después de haber viajado conmigo entre tus brazos por un mar de ángeles sentenciosos y risas asfixiadas por tus besos y vientos de fuego quemándose en la sencilla y honda ceremonia de la pasión y el estremecimiento. Cuando me confesaste que no eras libre, ya estaba enamorada de ti, ya me querías.
Sentí que el universo se vaciaba y me tragaba en sucesivos terremotos; que me hundía buscando donde apoyar los pies.
Pero te quiero, dijiste.
Y la tierra volvió bajo mis pies, se cerraron las grietas, se soldaron los abismos, todas las cosas volvieron a su lugar.
Tan sólo una pátina gris sobre mi vida, sobre mi cuerpo, oscureciéndose, aplastando mis movimientos hasta volverlos lentos gestos de autómata.
Pero te quiero..
Me colgué de esas tres palabras para no morir. Entonces empezó la ansiedad de nuestros encuentros. Empezaste a nombrarla cada vez, a amarla para mí, para que supiera sus colores, sus actos, su forma de pensar.
Tan distinta a mí. Tan distante de ti y, sin embargo, teniéndote. Porque tu no sabías, que era ella y no yo quien te tenía.
Y yo lo fui sabiendo, sin querer, sin proponerme saber, lo fui sabiendo día a día y fui ocultándotelo con miedo de que lo advirtieras.
Mientras no lo supieras me albergarías en un rincón de tu ser y de tu mente, y segurías pensando que yo era tu motor, que yo era la corriente de luz que te impulsaba, tu oasis, tu huerto y engalanado de frutos para el hambre y arroyos para la sed.
Egoísta, aferrada, empecinada, recortándote con el filoso cuchillo de la posesión, recortándote de tu estampa familiar en la que ellos te rodeaban, para alargar mi agonía.
¿ En qué momento descubre el árbol que su verdad es la raíz y no el libre ramaje que lo acerca al cielo y lo agita en el aire?...
¿ En qué momento ibas a darte cuenta de esto?. Unas semanas más y sucedió.
Era lo inevitable, lo esperado con miedo, lo presentido, eran los fantasmas corporizándose.
Me llamaste con una voz triste, pero segura y firme:
Tengo que hablar contigo, por última vez....
Bueno....
Mañana, me dijiste; a las tres de la tarde...
Y hoy es mañana.
Rodará un llanto azul por mi mejilla en el momento del adiós. Rodará un llanto azul por tu mejilla en el momento de la verdad.
¿ Porqué entonces este afán de gustarte, este cruzar la plaza para llenarme de luz dando la hora del encuentro, si sé que va a ser el último y nunca más, nunca, nunca más volveré a verte, volveré a estrecharme contra ti?.
Voy a morir un poco y me acicalo.
Voy al entierro de mi luz y me ilumino.
Voy al martirio y sonrío.
Endulzo el café, lo siento amargo.
Tiemblo, te quiero.
Voy a evitarte una tortura.
Voy a hacer algo por el amor que me recorre, que me aprieta frente al límite del olvido.
Llamo al camarero, pago mi café.
Huyo. Huyo de este lugar y del encuentro.
Me esperarás en vano. No verás mis ojos mojados. No tendrás que decirme tu discurso de despedida.
No responderé tus llamados, si me llamas.
Ya ves te facilito tu tarea, evito que te conviertas en mi verdugo.
No es un acto de arrojo solamente; es una forma de inventarme la manera de creer que hubiera rodado un llanto azul por tu mejilla en el momento de la despedida. Un llanto azul por mí.
Un llanto azul.
Porque si voy y estás sereno y duro, si voy y tus ojos permanecen secos, será la muerte verdadera, así...puedo llenar de azul este recuerdo..
De un llanto azul, un llanto azul por mí..
Porque voy a verte aún sabiendo que es para decirte adiós, para que me digas adiós, para que me aprietes las manos entre las tuyas y me hables del amor que ha crecido entre nosotros, pero no es una enredadera que da campanillas violáceas sino una hiedra oscura, que nunca sabrá de flores.
Sé todo lo que va a ocurrir.
Rodará un llanto azul por mi mejilla.
La nombrarás para sentirte menos culpable. Hablarás de ella, de sus años de fervor y entrega, de las tranquilas paredes de tu casa, sacudidas por las pequeñas manchas que les hicieron las manos de tus hijos. hablarás también de ellos: dirás sus nombres con voz trémula, y yo me enterneceré y los acunaré en mi mente, como si me pertenecieran.
Es tu " yo pecador" hablarme de eso, después de haber soltado amarras, después de haber viajado conmigo entre tus brazos por un mar de ángeles sentenciosos y risas asfixiadas por tus besos y vientos de fuego quemándose en la sencilla y honda ceremonia de la pasión y el estremecimiento. Cuando me confesaste que no eras libre, ya estaba enamorada de ti, ya me querías.
Sentí que el universo se vaciaba y me tragaba en sucesivos terremotos; que me hundía buscando donde apoyar los pies.
Pero te quiero, dijiste.
Y la tierra volvió bajo mis pies, se cerraron las grietas, se soldaron los abismos, todas las cosas volvieron a su lugar.
Tan sólo una pátina gris sobre mi vida, sobre mi cuerpo, oscureciéndose, aplastando mis movimientos hasta volverlos lentos gestos de autómata.
Pero te quiero..
Me colgué de esas tres palabras para no morir. Entonces empezó la ansiedad de nuestros encuentros. Empezaste a nombrarla cada vez, a amarla para mí, para que supiera sus colores, sus actos, su forma de pensar.
Tan distinta a mí. Tan distante de ti y, sin embargo, teniéndote. Porque tu no sabías, que era ella y no yo quien te tenía.
Y yo lo fui sabiendo, sin querer, sin proponerme saber, lo fui sabiendo día a día y fui ocultándotelo con miedo de que lo advirtieras.
Mientras no lo supieras me albergarías en un rincón de tu ser y de tu mente, y segurías pensando que yo era tu motor, que yo era la corriente de luz que te impulsaba, tu oasis, tu huerto y engalanado de frutos para el hambre y arroyos para la sed.
Egoísta, aferrada, empecinada, recortándote con el filoso cuchillo de la posesión, recortándote de tu estampa familiar en la que ellos te rodeaban, para alargar mi agonía.
¿ En qué momento descubre el árbol que su verdad es la raíz y no el libre ramaje que lo acerca al cielo y lo agita en el aire?...
¿ En qué momento ibas a darte cuenta de esto?. Unas semanas más y sucedió.
Era lo inevitable, lo esperado con miedo, lo presentido, eran los fantasmas corporizándose.
Me llamaste con una voz triste, pero segura y firme:
Tengo que hablar contigo, por última vez....
Bueno....
Mañana, me dijiste; a las tres de la tarde...
Y hoy es mañana.
Rodará un llanto azul por mi mejilla en el momento del adiós. Rodará un llanto azul por tu mejilla en el momento de la verdad.
¿ Porqué entonces este afán de gustarte, este cruzar la plaza para llenarme de luz dando la hora del encuentro, si sé que va a ser el último y nunca más, nunca, nunca más volveré a verte, volveré a estrecharme contra ti?.
Voy a morir un poco y me acicalo.
Voy al entierro de mi luz y me ilumino.
Voy al martirio y sonrío.
Endulzo el café, lo siento amargo.
Tiemblo, te quiero.
Voy a evitarte una tortura.
Voy a hacer algo por el amor que me recorre, que me aprieta frente al límite del olvido.
Llamo al camarero, pago mi café.
Huyo. Huyo de este lugar y del encuentro.
Me esperarás en vano. No verás mis ojos mojados. No tendrás que decirme tu discurso de despedida.
No responderé tus llamados, si me llamas.
Ya ves te facilito tu tarea, evito que te conviertas en mi verdugo.
No es un acto de arrojo solamente; es una forma de inventarme la manera de creer que hubiera rodado un llanto azul por tu mejilla en el momento de la despedida. Un llanto azul por mí.
Un llanto azul.
Porque si voy y estás sereno y duro, si voy y tus ojos permanecen secos, será la muerte verdadera, así...puedo llenar de azul este recuerdo..
De un llanto azul, un llanto azul por mí..
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